Siempre que se acerca la Semana Santa y se empiezan a ver torrijas en las panaderías y pastelerías, pienso que son carísimas.
El primer día que las hago en casa, cambio de opinión, porque es un dulce pesado de hacer, y que deja la cocina en un estado lamentable.
Aún así, nos gustan tanto que las hago varias veces desde el día de San José.
¿Porqué en San José?
Cuando mi madre se hizo mayor y empezó a tener pereza para hacer ciertas comidas que la mantuviesen mucho tiempo de pie, comencé a hacérselas yo para regalárselas el día de su santo.
Las torrijas, como tantas cosas, me recuerdan a mi madre.
Ingredientes:
üUna barra de pan para torrijas.
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Dos litros de leche.
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Seis cucharadas soperas de azúcar.
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Una rama de canela.
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Cuatro huevos.
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Aceite de oliva.
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Mezcla de
azúcar y canela (seis cucharadas de azúcar por tres de canela).
Templar la leche con azúcar. En un cazo hervir durante un
rato medio vaso de agua con la rama de canela para que deje todo el aroma, y
añadir el agua a la leche. (esto lo hago para no tener que hervir la leche)
Mientras se calienta la leche, preparar las rebanadas de
pan. Yo utilizo el pan especial de Mercadona, que tiene un toque de limón.
Corto las rebanadas de un grueso de unos dos centímetros (lo he medido, porque
yo lo hago a ojo)
Preparar una sartén con fondo alto y abundante aceite.
Voy empapando las rebanadas de pan en el mismo número que me
vayan a caber en la sartén, para que no cojan tanta leche que sea imposible
manejarlas. Empapo dos o tres, cuando están blanditas, las escurro un poco, las rebozo en huevo y las
echo en la sartén con el aceite caliente. (salpica bastante).
Aprovecho lo que tardan en freírse para empapar las
siguientes.
Al retirarlas de la sartén, cuando estén doradas, las pongo
en una fuente con papel absorbente para que pierdan parte del aceite, las
rebozo en la mezcla de azúcar y canela y las llevo a la fuente definitiva.
El propio jugo que van soltando hace que se mantengan
tiernas.
Se puede hacer con cualquier tipo de pan, aunque los más
compactos, son los más apropiados.
Es probable que haya que cambiar de sartén a la mitad del
proceso, para colar el aceite y añadir un poco de aceite limpio. Así se evita
que las últimas tengan peor aspecto al llenarse de puntitos negros por culpa de
la rebaba del huevo.
Lo ideal es comerlas en el día para no tener que meterlas en
el frigorífico, pero si se meten, siempre cubiertas por film trasparente, hay
que acordarse de sacarlas un rato antes para que estén a temperatura ambiente a
la hora de comerlas.
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