Esta sencilla receta se
merece estar en este blog porque me trae recuerdos magníficos de mi madre y de
las comidas familiares.
Hacía tallarines, no
espaguetis, los domingos que nos reuníamos todos en torno a su mesa. Era una
receta sencilla que le permitía dejar la comida hecha a falta de gratinar y
poder bajar un rato a tomar el aperitivo con mi padre. Los solía acompañar de
una buena ensalada de lechuga, escarola o sólo tomate, dependiendo de la época
del año. Lo más curioso es que a ella no le gustaban y se freía un huevo con un
poco de tomate.
Un paquete de tallarines
al huevo (400 grs.)
Un bote de tomate natural
triturado (800 grs.)
150 grs. de longaniza
ahumada.
100 grs. de taquitos de
jamón serrano.
Mantequilla.
Queso rallado en hilo.
Modo de hacerlo:
Se fríe el tomate
triturado con dos cucharadas de aceite de oliva. Una vez frito se añade la sal
y una cucharada de azúcar.
Se cuecen los tallarines
en abundante agua con sal a la que hemos añadido un buen chorro de aceite para
que la pasta no se pegue.
En una sartén rehogaremos
el chorizo y el jamón en su propia grasa.
Cuando la pasta esté
cocida, unos ocho minutos, la escurrimos y volcamos en una fuente que sirva
para hornear. Añadimos el chorizo, el jamón y el tomate frito, removiendo bien.
Cubriremos con una capa
de queso rallado en hebra y pondremos unos trocitos de mantequilla repartidos
por toda la superficie.
Gratinaremos el tiempo
suficiente para que el queso se dore.
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