Esta receta la hacía mi
abuela y después mi madre. Ahora la he recuperado gracias a un cuaderno de
cocina que tiene mi tía Patru, que yo no conocía, y del que me está enviando
fotos que iré incluyendo en este blog, para que nuestra tradición culinaria no se
pierda.
Ingredientes:
½ kilo de pescadilla sin piel
ni espinas (yo la utilizo congelada).
3 huevos.
Una hoja de laurel, un
cuarto de cebolla, tres dientes de ajos, perejil, dos rebanadas de pan, medio
vaso de leche, dos cucharadas de pan rallado, medio limón, azafrán y sal.
Se cuece la pescadilla
con el laurel, la cebolla y dos dientes de ajo, sin pelar y sal. Con cinco
minutos será suficiente. Colamos y reservamos el caldo.
Ponemos en un bol la pescadilla
desmenuzada, a la que añadiremos el pan empapado en leche, el pan rallado, un
huevo batido y un majado que habremos hecho con un diente de ajo, perejil y sal.
Cuando esté la pasta homogénea, empezaremos a dar forma a las albóndigas con
las manos rociadas de zumo de limón.
Freiremos en abundante
aceite de oliva e iremos colocando en una cazuela.
Cuando estén todas,
añadiremos el caldo reservado, que habremos rectificado de sal, si fuese
necesario, y azafrán (como es en hebra, se machaca previamente. Si templamos
las hebras en el microondas, potenciaremos su sabor).
Llevamos a ebullición y
mantendremos hirviendo unos minutos para que la salsa evapore y tenga una
consistencia más espesa.
Por último y ya retiradas
del fuego, se añaden dos yemas de huevo, moviendo con cuidado para no romper
las albóndigas y que no cuaje el huevo.
En esta receta es importante que el azafrán se auténtico, no sucedáneo.
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